Madrid, 25 de junio de 2020.- Los recientes e históricos acuerdos alcanzados por AISGE con Netflix y Rakuten ponen de manifiesto que la ficción audiovisual española se halla en una de sus mejores etapas, hasta el punto de haber situado a España como el cuarto país exportador de producciones audiovisuales de ficción en su formato de series. Ese éxito es consecuencia directa de la gran calidad de nuestras series y, por supuesto, de los magníficos trabajos actorales de los socios y socias de AISGE.
Sobre la calidad de las series españolas se viene hablando durante las dos últimas décadas. Estas producciones han servido como base del modelo de negocio televisivo español (tanto público como privado, en abierto o de pago) desde los años noventa. Pero es a raíz del desarrollo exponencial de las plataformas digitales online, desde Netflix a HBO, Movistar+ y otras, cuando el espectador y la industria audiovisual foráneas han podido formular esta valoración positiva desde cualquier otro rincón del mundo.
Son varias las circunstancias que han contribuido a este éxito colectivo, empezando por la contribución trascendental del colectivo de actores representado por AISGE. Confluyen en el tiempo varias generaciones de magníficos actores y actrices, con gran talento y muy buena formación. Además, el sector ha sabido apuntalar el desarrollo del trabajo en equipo, tanto a nivel de guion como de interpretación, lo que ha sentado una dinámica de trabajo y de creación colectiva muy fructífera. Y nada de ello le pasa desapercibido al espectador.
En tercer lugar, las series de televisión de estas tres últimas décadas han sabido abordar con mayor dinamismo aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos, lo que implica mayor identidad y fidelidad de estos hacia esos contenidos. También el trasvase de elementos importantes del formato cinematográfico al serial ha contribuido extraordinariamente al desarrollo de este último.
De otro lado, hemos de destacar el riesgo y el esfuerzo – o “sacrificio”, si no fuera esencialmente vocacional– físico, mental, económico y familiar que han asumido las actrices y los actores para desarrollar y mantener proyectos de larga duración a un inusual ritmo de trabajo. Las exigencias que demandan las series modernas, de tan intensa producción, no están al alcance de cualquier artista.
El formato de serie televisiva, además, se ha adaptado mejor que otros a la amortización televisiva en abierto (publicidad) y a la televisión de pago en sus diferentes formas de explotación y oferta (fidelización de clientes/espectadores). Finalmente, con mucha modestia, es justo recordar que la labor formativa y asistencial de la Fundación AISGE ha contribuido a preparar a muchos miembros del colectivo durante etapas adversas de sus carreras o a aliviar circunstancias personales o familiares, lo que fortalece ese sólido tejido de un colectivo solidario y eficiente. Todo ello, gracias a la regulación, gestión y distribución de los derechos de propiedad intelectual que ha desarrollado AISGE en sus 30 años de existencia.
Porque una industria como la audiovisual no podría desarrollarse sin trabajadores/creadores cualificados. Una industria sin equilibrios de intereses y sin derechos se vería abocada al fracaso. De ahí la relevancia de la defensa de los derechos laborales e intelectuales de los actores y actrices, tanto a nivel nacional como internacional. El principio do ut des –doy para que des– encarna perfectamente el justo equilibrio que debe coexistir en la industria audiovisual, así como en la sociedad civil en general.
La locución latina quid pro quo y el principio que encierra –algo por algo– también expresan con especial naturalidad la labor social y profesional de los actores y actrices. Estos profesionales aportan sus esfuerzos y creatividad para producir contenidos audiovisuales de calidad, que no solo contribuyen al desarrollo de negocios audiovisuales (televisiones y plataformas digitales), sino que también dinamizan la economía, el turismo, la cohesión social o la educación de la sociedad. Esto es, aportan un elemento transversal de enorme importancia al interés general, con lo cual resulta justo y legítimo que su esfuerzo laboral e intelectual sea reconocido y compensado adecuadamente. Solo así su talento seguirá alimentando esos intereses y ejerciendo esa influencia positiva en toda la sociedad.
Corren malos tiempos para la humanidad por motivos sobradamente conocidos, pero la evolución de los paradigmas sociales y culturales que está marcando el inicio del presente siglo auguran un futuro con mayores espacios de ocio para el ser humano. También una necesidad creciente de satisfacer tales espacios de tiempo y el propio conocimiento con contenidos culturales y, muy especialmente, audiovisuales, por ser este medio el más privilegiado para el expresión de ideas, emociones, reflexiones o sentimientos.
En medio de esta pandemia devastadora y ante varios horizontes laborales, políticos y sociales más bien oscuros o confusos, la certidumbre de un futuro mejor para los creadores de contenidos audiovisuales ya ha comenzado a fraguarse en el ámbito de la producción y explotación de los contenidos online. Tanto AISGE como el colectivo artístico al que representa y toda la industria audiovisual española se hallan bien posicionados en esta ruta sin retorno hacia el futuro digital.
Cierto es que toda transición resulta compleja y no siempre cuidadosa con todas las partes implicadas. Por eso es bueno recordar que, mientras AISGE siga luchando por los derechos de todo el colectivo (como lo ha venido haciendo en las últimas décadas), cada uno de sus socios será consciente de que no camina solo, sino de la mano de un colectivo cada vez más fuerte, relevante e imprescindible para el estado anímico, científico, económico y social de, cuando menos, todo un país.
Abel Martín Villarejo es director general de AISGE y secretario general de Latin Artis