La Coalición de Creadores de Contenidos ha publicado los datos del observatorio de la Piratería y Hábitos de Consumo de Contenidos Digitales del 2024. Se trata de un informe que detalla la situación de la piratería en España y cuyos resultados no son buenos para el sector audiovisual, ya que muestra un repunte que rompe una tendencia a la baja que se mantenía desde el 2016.
El perfil del pirata de contenidos no ha cambiado mucho a lo largo de los años. Como es habitual, los datos indican que son los menores de 24 años quienes más acceden a películas y series a través de estos medios ilícitos (un 24%), mientras que entre los mayores de 55 años la incidencia cae hasta por debajo del 15%. Es cierto que el menor poder adquisitivo corresponde a los jóvenes, pero ya no podemos buscar el problema en la brecha digital. Quienes ahora tienen entre 55 y 60 años fueron pioneros en el uso de Internet hace ahora 25 o 30 años. Por tanto, se trata de un tema de educación y no de competencias digitales.
La tecnología avanza y los piratas avanzan con ella. Como parásitos que se adaptan a su huésped, los piratas cambian su manera de actuar para sobrevivir en el entorno digital. Si antaño se pirateaba a través de las famosas redes P2P o la desaparecida Megaupload, hoy en día los sistemas más usados para el pirateo de obras son los descodificadores IPTV, apps móviles e incluso las redes sociales y la mensajería instantánea. De hecho, la app de mensajería instantánea Telegram es un auténtico canal de distribución de material protegido.
En otras palabras, parece que quienes ahora piratean son los hijos de la generación que creció con la consigna del “todo gratis”, y que se la han trasladado a sus hijos, quienes han desarrollado un nuevo modus operandi en base a las actuales herramientas digitales.
¿Qué ha ocurrido para que se de este repunte de la piratería?. El informe señala que los consumidores piratean contenido por cinco razones (o mejor dicho, excusas): (i) por evitar pagar por un contenido que no me guste (64%), (ii) sé distinguir entre plataformas que son legales de las que no lo son (60%), (iii) porque considero que los contenidos originales son muy caros, de lo contrario los pagaría (57%), (iv)porque no hay consecuencias legales para el que piratea, no pasa nada, lo hace todo el mundo (un 30% en lugar de un 36% como en el 2023) y en quinto lugar, pero no menos significativo (v) porque me urge acceder a la novedad, y no puedo/quiero esperar a que salga al mercado (27%).
Estos motivos rozan el absurdo, y estas excusas solo demuestran que la piratería es una lacra incrustada en la sociedad. El primer motivo cae por su propio peso. Abonar un precio por consumir un servicio o producto de pago no es algo opcional o que se pueda discutir. Nadie puede excusarse en sus gustos personales para justificar el consumo de obras a través de medios ilícitos. Y a quienes se amparan en este argumento, deberíamos preguntarles si cuando van al cine también piden palomitas y la bebida gratis, y solo si son de su agrado, el próximo día al cine las pagan. El segundo motivo ni tan siquiera puede ser definido como tal. Que el 60% de los consumidores sepan distinguir una web pirata es una prueba clara de que la brecha digital entre generaciones se ha difuminado y deja patente que existe una voluntad clara de piratear. No hablamos de un fraude o equivocación, sino de una verdadera intención de acceder a tales páginas y obtener ese contenido de manera ilícita. No es un motivo, es un agravante.
Hoy en día, tampoco podemos aceptar la excusa del precio. Las suscripciones a los principales servicios de streaming no llegan a los 10 euros al mes, y, en el caso de Prime Video, este servicio está incluido dentro de la suscripción Prime de Amazon. Si esto lo enlazamos a que según el informe el 20% de los encuestados manifiesta haber pagado por contenido pirata, se evidencia que el precio no es el problema. Lo que sí existe es un incremento del coste por persona a consecuencia de la fragmentación del mercado y la aparición de proliferación de las plataformas de streaming, que obliga a los usuarios a contratar varias de estas para tener el contenido deseado. A esto le tenemos que sumar que desde el 2023 varias plataformas llevan a cabo una batalla para que los usuarios no puedan compartir sus cuentas con familiares y amigos. En definitiva, estamos ante la paradoja de que la sociedad piratea películas o series cuyo precio no pasa de los 5 euros para poderlas ver en sus smartphones de más de 1.000 euros.
Mucho más preocupante es el cuarto motivo, relacionado con la falta de consecuencias jurídicas del pirateo de obras. No se trata de castigar, sino de concienciar, y algo se ha hecho mal si aún un 36% de los encuestado manifiesta que piratea porque no pasa nada. Es una percepción muestra una absoluta falta de respeto a la cultura y al trabajo ajeno, que hace que todas las campañas en contra de la piratería queden en papel mojado.
El quinto motivo tampoco tiene desperdicio, como reflejo de “la sociedad de la inmediatez” en la que vivimos. Quienes han crecido en la sociedad del “todo ya”; fast food, fast fashion, fast everything… se justifican alegando que no pueden esperar para ver una serie completa o que les frustra que una película no esté disponible en streaming casi el mismo día del estreno en cines. Aunque esto realmente es un problema sociológico, al menos arroja luz para explicar el por qué el audiovisual sigue siendo el peor parado cuando hablamos de piratería.
Pero no culpemos solo a los consumidores. Si antaño se logró combatir la piratería con el esfuerzo de todos, la responsabilidad de este repunte también es de todos. ¿O es que acaso no va siendo hora de que el parlamento de luz verde al Proyecto de Ley de Gobernanza Democrática en Servicios Digitales, que permita aplicar el Reglamento de Servicios Digitales (DSA) de la Unión Europea de manera inmediata?. Siendo muy optimistas, no parece que esta Ley entre en vigor hasta el primer trimestre de 2026, por lo que los datos del 2025 podrían seguir esta tendencia. Parece que ha llegado la hora de volver a realizar campañas de concienciación contra la piratería, si bien no se trataría de advertir de las consecuencias, sino de recordar el daño que provoca la piratería a la cultura, a la industria y, en definitiva, al trabajo de muchas personas.
No podemos ceñirnos a estos motivos, porque nos distraerán del foco principal y eso nos impedirá buscar nuevas soluciones. Y aunque este repunte pueda haber hecho mucho daño al sector, la gran batalla contra piratería se libró hace años con la llegada de Internet a los hogares. Todas las medidas que se pueda arbitrar serán bienvenidas, pero creemos que el problema es más de educación y concienciación que de sanción o prohibición. Entre otras razones, por la orfandad de legislaciones y organismos eficaces para la lucha contra la piratería y la vulneración de los derechos de propiedad intelectual en al ámbito digital.
Abel Martín Villarejo Director General de AISGE. Secretario General de Latin Artis.
Profesor de derecho Civil en la Universidad Complutense de Madrid
Fuente: AISGE

