Madrid, 4 de septiembre de 2025
Si algo tiene clara la administración Trump es que quiere liderar la carrera global en Inteligencia Artificial (IA). Por ello, y más allá de los dimes y diretes con Elon Musk –no olvidemos que es propietario de Grok–, EE UU ha publicado el America’s AI Action Plan. Sin ser un documento demasiado extenso, muestra un carácter muy ambicioso y una clara apuesta por la IA mediante la desregulación de su desarrollo, el impulso de modelos abiertos y su implantación en los sectores estratégicos del país.
El plan se estructura en tres pilares: acelerar la innovación, construir infraestructuras y liderar la diplomacia y la seguridad internacional en IA. No cabe duda de que el planteamiento tiene tintes supremacistas en materia tecnológica, justificados por una urgencia geopolítica: superar a China o evitar, al menos, que les supere tecnológicamente. En esta carrera por la supremacía tecnológica y geopolítica los máximos responsables de la actual administración estadounidense necesitan despejar el terreno de normativas protectoras y restrictivas que exijan un tratamiento justo, transparente y ético de los sistemas de IA.
Como dice el propio documento: “Build, baby, build!”. Justo lo contrario de lo necesitamos los estados y ciudadanos que no somos ni estadunidenses ni chinos. Aunque el plan oficial no se pronuncie al respecto, el presidente Trump no ha sabido, o no ha querido, quedarse callado. Solo unos días después de su publicación, manifestó que el fair use debería aplicarse como excepción para el uso masivo de obras. O al menos eso pareció quedar claro cuando afirmó: “When something goes into the vast intelligence machine, you cannot expect every time to say ‘let's pay this one that much’”.
Esta postura supone una ruptura clara con los informes recientes de la Oficina de Copyright de EE UU, que advertían que el fair use no puede interpretarse como una licencia universal para entrenar sin autorización, especialmente con fines comerciales. Quizás por ello, no hay una sola mención al copyright en el America’s AI Action Plan. Es más, hace un mes despidió a la directora de la Oficina de Copyright de Estados Unidos, Shira Perlmutter, días después de publicar un informe sobre IA y derechos de autor que, al parecer, no era del gusto del actual inquilino de la Casa Blanca y que se consideró como un gesto a favor de las grandes tecnológicas.
Recordemos que estamos en un momento crucial, pues en el Congreso se debate la compensación a los autores mediante licencias abiertas, y estamos a la espera de que los tribunales de EE. UU. resuelvan las decenas de procedimientos en torno al uso de obras protegidas. Este viraje hacia la desregulación tecnológica, el impulso de los modelos abiertos y la ausencia de cualquier mecanismo de compensación para los autores sitúan al derecho de autor —y con él, a los creadores— al servicio de las grandes tecnológicas. Empresas que, a diferencia de los artistas, sí encuentran cobijo y protección en esta nueva política industrial, donde los medios justifican el fin, aunque sea, una vez más, a costa de los de siempre.
Hasta ahora, tanto el copyright como el derecho de autor han permitido a los creadores decidir sobre el uso de su obra, a obtener una remuneración por el uso y disfrute de la misma, en definitiva, a medio vivir de su creatividad. Pero este muro de contención se resquebraja y parece que todo queda en el aire. No se trata solo de EE UU, sino de la presión que puedan ejercer sobre el resto de los países para que acuerden políticas similares a la suya.
La constitución de los EE. UU. protege a los creadores como medio para garantizar el progreso, sin embargo, ahora parece que todo ese fundamento queda sepultado por el desarrollo disruptivo de la tecnología, sin que se observe una tendencia universal, humanística ni racional en todo ese desarrollo descontrolado. Parecen haber enterrado de repente tres mil años de civilización, donde un principio elemental, cuasi de derecho natural, señalaba que no todo lo que la tecnología permite hacer se puede hacer, sobre todo si es para darle un uso perverso y contra natura. Como ya ocurriera en el caso Eldred contra Ashcroft, donde se debatió si la extensión de los plazos de protección del copyright podría llegar a ser inconstitucional.
Quizás toca poner en cuestión si las políticas liberales en materia tecnológica pueden ir en contra de la norma suprema de EE UU. The America’s AI Action Plan es más una cuestión estratégica de liderazgo mundial que un plan para hacer eficaz el desarrollo de la IA. De hecho, el documento propone varias estrategias en este sentido. En esta “guerra” las primeras víctimas serán los seres humanos, sus culturas y el derecho básico al desarrollo espiritual de la Humanidad. La sociedad civil y los responsables políticos del resto del mundo deberían ser conscientes de la realidad virtual que se está pretendiendo construir.
Es necesario ir despertando del letargo colectivo en el que vivimos, abducidos por los avances tecnológicos y sin advertir los riegos reales que implica la pérdida inmediata y definitiva de que lo se consideran conquistas incuestionables de los tiempos modernos, luego de las grandes guerras. Es decir, los Derechos Humanos.
Abel Martín
Secretario general de Latin Artis y
Director general de AISGE
Fuente: AISGE Gráfica: AISGE